15.9.09

Capítulo 17: Profeta en tierra ajena



Amanda detestaba la música de cuarteto, y como el CD de Rodrigo estaba más a mano, el chileno la torturó con ese ritmo durante tres horas. Más tarde creyó conveniente un cambio de pilas y el volumen se subió al máximo por lo que la mujer entró en un trance parecido a un ataque de epilepsia. “Esta chanfliadura se arregla con un par de chirlos, po”, y aprovechó para manifestar sus más bajos instintos: intentó quitarle la ropa para someterla a castigos aprendidos en sus años de cadete del cuerpo de carabineros. Amanda pataleó y movió la cabeza con violencia por unos segundos, luego se desmayó facilitándole el trabajo, pero lo detuvo un grito parecido al de Gatita. Le acomodó el corpiño y le cerró como pudo el escote, pues los pechos voluminosos de la mujer pugnaban por escaparle al sostén como un par de pomelos que empujan la costura de la bolsa. Solamente atinó a subirla al sillón y el discman se desprendió de sus oídos y recién entonces entendió los motivos del ataque. Seguro de haberle reventado los tímpanos intentó reanimarla con pequeñas cachetadas y soplidos en la cara. Cuando volvió en sí, Amanda le dio un cabezazo que lo tumbó de espaldas y quedaron los dos desmayados.

Quince minutos después, el chileno Erwin se lavó la cara y salió a dar una vuelta por el campo. Había llovido y corría un aire fresco. Pensó en volver a apagar el aire acondicionado y abrir las ventanas para cambiar el aire enrarecido de la habitación de la cautiva, pero lo detuvo un auto que vio en la tranquera. Corrió a la casa y buscó la escopeta. “¿A quién busca, amigo?”, dijo en tono amistoso, con la escopeta volcada al hombro para no levantar sospecha. Toronowitz se sorprendió y explicó “A nadie, señor, a nadie, solamente hice una parada para ir al baño, estos diuréticos no le permiten a uno viajar tranquilo...”, mintió, “¿Y usted, está cazando, hay perdices en el campo?”

—Sí, perdices hay, pero también hay intrusos que viene a arruinar la finca, por esos estoy con la escopeta. Usted imagínese, yo vengo de Chile, arriendo un campo, y la gente se mete a hacer daño, unos metros más allá me han volteado toda la caña, y yo después de la zafra pienso dedicarme al arándano que cuesta un fortuna la siembra...

—Ah..., lástima amigo, no lo entretengo más, pero... ¿No me deja pasar a lavarme las manos?- El Toro quería averiguar un poco más sin levantar sospecha, pero Erwin tampoco quería dejarlo pasar.

—No señor, usted quédese aquí que le traigo un poco de agua, no vaya a ser que alguno le robe el auto.

Y el Toro lo dejó ir, apenado por no sacarle más al amable campesino, pero luego recordó que en el informe de la policía la casa figuraba como deshabitada. Erwin sintió en sus espaldas el peso de la mirada de su interlocutor, y un chasquido de fastidio. A lo lejos una bandada de loros revoloteaba una chacra y, entre los graznidos, reconoció otra vez el grito parecido al de Gatita. Empuñó la escopeta, se dio la vuelta hacia la tranquera y recibió un balazo en el pecho. En el suelo, Toronowitz le dio el tiro de gracia.

El subcomisario Gómez iba en camino cuando la operadora central de la brigada le avisó que un custodio del gobernador había encontrado a Amanda y había matado a sus secuestradores: “¡La gran puta madre que los parió!”, manifestó el policía golpeando con furia el tablero del auto. “Mire m´hija, no me diga que los encontraron en Santa Lucía. Cambio”. “Cerca señor, en el cruce de las rutas 324 y 307, una zona llamada Cruce de Zavalía, sobre la 324 si va por Famaillá. Cambio”

—A la izquierda antes de llegar al cruce. Cambio—, anticipó Gómez

—Sí, señor, ahí mismo, ya hay un móvil de Acheral en el lugar.

­— ¡La gran puta madre que los parió!—, repitió el policía, —es el lugar en donde apareció ese puto círculo la semana pasada, es adonde íbamos nosotros, Ramírez...

—Y si no me equivoco, señor, es donde aparecieron los muertos por el Chupacabras ...

—¡Dejate de pelotudeces, Ramírez!— Y recordó los conocimientos extras de su oficial ayudante —¿Cómo es eso?

—La gente común, jefe, cree en el Chupacabras, pero ahora que sé que vamos a ver un crop circle supongo que esos cinco muertos a principio de mes están relacionados con los ovnis, lo raro es que Gatita tenga algo que ver...

—Lo que pasa es que no existe el crimen perfecto, y tampoco existe el policía perfecto, por eso vamos nosotros en camino a quedar como boludos en la escena del crimen. Tuvo que venir un puto judío de la Mossad a escupirnos el asado en nuestras narices para que todo el mundo se cague en la Policía de Tucumán, y sin un carajo de información resuelve el caso...

—Lo resolvió de puro pedo, jefe...

—Puro pedo, puro pedo, ¡mirá quién habla! El investigador de Discovery Channel, el boludo que busca a los choros en las páginas amarillas... A ver, Sherlock, ¿Porqué mierda llegó primero que nosotros?

—Porque él buscaba una solución del problema de los judíos muertos en el lugar. Seguramente averiguó la procedencia de los cadáveres, porque uno solo era del lugar. No se perdió nadie con esas características en todo el país, y eso que hay un negro entre ellos...

—¿Un negro, dijiste? ¿Acaso hay judíos negros?

—Son raros pero sí, los hay. Hay tribus en Sudáfrica que profesan el credo judío, y son bastante ortodoxos. Pero yo no descartaría totalmente el tema del Chupacabras, porque los cadáveres aparecieron con muy poca sangre...

—¿Y cómo mierda sabés vos todo esto?

—Usted lo dijo jefe: soy un apasionado de lo extraño, un investigador de Discovery Channel, nada más que sin tanto truco de televisión. Soy soltero, me encanta la tele, no tengo que matarme con los adicionales y me gusta investigar por mi cuenta.

—¿Un consejo?: No te hagás tan alcahuete de esta profesión, porque no vas a ascender nunca. Sólo los cretinos llegan al alto mando...

—¿Por eso usted se quedó como subcomisario?

Gómez no respondió, mejor dicho respondió con una mueca cómplice y luego le espetó: “Y acelerá un poco que a este paso vamos a llegar mañana”.


14.8.09

Capítulo 16: Bienvenida sijosesista




Apenas el Cessna alquilado en Dublín pisó la pista del Benjamín Matienzo los funcionarios alperovichistas contuvieron la respiración y buscaron señales que delataran el estado de ánimo del Gobernador. El Vice a cargo del gobierno mostraba tranquilidad en el semblante y repasaba la vestimenta de todos, pues los había obligado a ir de elegante sport, nada de trajes y corbata, pero le tuvo que pedir a un secretario de hacienda que se retirara, porque lucía bastante ridículo con bermudas de joggin, medias de vestir y zapatos charolados. Pidió a todo el mundo que luciera sonriente: “Te podés mandar cualquiera, pero José no te putea si te mostrás simpático”, comentaba el Coordinador de Municipios y Comunas, y le hacía señas a los activistas de Barrios de Pie para que agitaran las pancartas de bienvenida preparadas para el viajero. La Batucada Santo Campeón estaba en el lugar por el sánguche y la coca: “No hacía falta que se molestara, compañero, usted sabe que nosotros respondemos a las órdenes del compañero Rubén Ale”, decía el bastonero mientras recibía las dádivas de un legislador. Mauro Castagneri le pasó una hoja al improvisado coro de mujeres con rimas de su creación, graciosas pero imposibles de cantar: “Ajuste, tire, apriete/ ya se siente/ José Aperovich 2007” o “Vengo a alentarte otra vez/ Vengo a ofrecer mi corazón/ porque quiero otro gobierno de José/ vengo a votar la reelección”. Pero lo más gracioso es que nadie se animaba a decirle que cantarían otra cosa y le pedían: “Usted jefe marque el ritmo que nosotros lo seguimos...” Por supuesto los cánticos fueron los tradicionales y la batucada desapareció sorpresivamente en el medio de la fiesta, pues habían recibido una alerta de radio acerca del robo a un cinco estrellas en Alderetes, y el Five Stars Bondy sacó de la escena el fragor de los tambores, dejando a las copleras de Barrios de Pie con su disfonía a capella.
El primero en descender del avión fue Toronowitz y de un solo vistazo encontró a los suyos estratégicamente ubicados, señaló a Moisés y éste le levantó el pulgar para permitir el descenso de la familia gubernamental. Por lógica, el gobernador bajó al último y abrió los brazos en la escalinata para saludar a la multitud. La ovación no fue la esperada por lo que mantuvo los brazos en alto y empezó a agitarlos, mientras dibujaba su sonrisa ganadora. Entonces sí el murmullo se hizo superior y creyó escuchar loas a su persona, pero en realidad el griterío estaba dirigido a su esposa, que en lugar de ir hacia el interior del aeropuerto, se acercó al vallado para saludar a la multitud, y él siguió sus pasos atraído por el cariño de aquellos mercenarios de la admiración. Su nieto mayor hizo una mueca de fastidio y le lanzó: “A ver ‘Tátele’ si la cortamos un poquito con eso de creerte famoso”. Lejos de avergonzarse, el gobernador tomó al chico de la mano y lo arrastró hacia donde estaba su abuela para hacerlo sentir un poco el gusto de la fama, y para que diera un par de abrazos “estilo K”.
En el Salón VIP se preparó una recepción para 200 personas, pero Alperovich separó a sus 12 discípulos para darles el levante del siglo por no avisarle nada del secuestro de la esposa de Ferreyra. Los más perjudicados fueron Castagneri y Mansilla: el primero por utilizar el e-mail para mandarle los informes que acostumbraba a recibir por teléfono en sus vacaciones, y el segundo por mantener “esa sonrisa pelotuda en la cara, ¿qué te pasa, boludo, te estás cagando de risa de mí? Yo puteando a medio mundo y vos me mirás con esa cara de gil”. Y al ver que no reaccionaba lo recriminó con dureza “En serio te lo digo: ¿podés ponerte serio, boludo, que te estoy puteando?...”
Alperovich mandó a su familia con una custodia y entró, en zapatillas, a la Casa de Gobierno suscitando más de un comentario entre la guardia policial y un grupo de excombatientes de Malvinas que venía a hacerle un planteamiento: “Elijan 2 representantes que los recibo ahora”, dijo y subió las escalinatas de tres en tres. Le pidió al Toro que permaneciera todo el tiempo a su derecha, y su amigo se quedó inmóvil y en silencio durante toda la conversación como si fuera un granadero de la Casa Rosada. Se moría de ganas de “mandar a la mierda a ese grupo de vagos que no habían dado nada por su patria, ni por causa alguna, soldados rasos que quedaron haciendo apoyo logístico en el continente, imbéciles apenas instruidos que no sabían ni lavarse las patas”. Se alegró cuando Alperovich les preguntó, por pura curiosidad, si ellos estaban dispuestos a entregar su vida por la patria, “ahora”, y sólo uno de ellos respondió afirmativamente, los otros dos asentían como adhiriendo a los dichos de su compañero, y ambos sabían que el silencio, en este caso, significaba un “no”, por más que asintieran. “Si fueran patriotas de verdad hubiesen dejado los pulmones en un grito a coro”, comentaría Toro después. Sin embargo el gobernador les hizo un par de promesas y los despidió con abrazos y besos.
–No aguanto a los culos sucios, Torito, por eso estás vos aquí, querido, porque quiero que te hagás cargo personalmente del caso Ferreyra, sé que vas a sacarme de este quilombo más rápido que nadie. ¿Sabés qué extraño?, la actitud de los tucumanos cuando gobernaba Bussi. El viejo ese puede haber sido todo lo gorila que vos quieras, pero ponía blanco sobre negro. Y si elegía el negro lo defendía a muerte.
–Es que vos también Joshua sos muy caprichoso y jodido...
–¿Y ahora qué?, ¿vos también me vas a criticar?. ¿Porqué no le pedís a Llaryora que te contrate?
–Ya te estás yendo al carajo, y no tiene sentido que sigamos discutiendo sobre el tema...– Toro tenía la habilidad de la dialéctica. En su entrenamiento como agente de la Mossad había aprendido muchas cosas, desde buenos modales hasta los métodos más efectivos de tortura. Y sabía que usando las palabras adecuadas podía conseguir lo que quisiera del otro, y en estos momentos deseaba que los lazos de amistad con su amigo Joshua no se estropearan, por lo que mostró cierto interés por la propuesta que le acababa de hacer: –Pero ya que hablaste de Bussi, ¿No eran él y Ferreyra grandes amigos?
–¡Sí!– respondió Alperovich contento de que el Toro se interesara de sus asuntos. –Eran compinches durante la dictadura, trabajaban codo a codo. Yo era chico por esos años, pero mi viejo los conoció bien, porque lo cocinaban a mangazos, creo que en realidad lo tenían en la mira, por eso lo tenían de cadete al pobre viejo. Pero... ¿vos creés que puede haber alguna conexión?
–No, lo que pasa es que me resultó extraño que admiraras a tu enemigo...
–No lo admiro, simplemente me parece que tuvo una forma bastante personalista de gobernar. Mano dura, como pide todo el mundo hasta que esa mano les cae encima... Hablando de mano dura, y cambiando totalmente de tema: hay una pelea la semana que viene entre Pucheta, el bombardero del Mercofrut y un “paquete” mejicano, ¿vamos a ir a verla?, de paso recordamos viejos tiempos...
–Mirá José, te agradezco el cumplido, la invitación al boxeo, pero no te olvides que yo estoy aquí cumpliendo una misión que es básicamente protegerte de cualquier amenaza, y no creo que ese quilombo de secuestros y accidentes tenga algo que ver con vos...
–¡Pero hay gente que cree que sí tengo que ver!, pusilánimes que ven en cada acto de gobierno una amenaza para sus ansias de poder. Lo que pasa es que no entienden que este es mi momento, no soportan que la gente me quiera. Me llaman advenidizo, vendido, falso profeta, embustero, empavurador, pero eso a mi no me quita el sueño. Lo que realmente me preocupa es que después todo se magnifique y me manden en cana por cualquier cosa. Acordate que las bolas de nieve empiezan siempre con un cubito de hielo que se le dio por rodar...
–Está bien, te voy a ayudar. Pero acordate que tengo prioridades: cinco personas murieron en Santa Lucía hace diez días y no tenemos más respuesta que un puto crop circle a metros del lugar...
–¿Crop circle?
–Sí, esos círculos en las plantaciones...
–Ya sé lo que es un crop circle, lo que me resulta extraño es que aparezca uno en Tucumán...
–No debería parecerte raro, ¿o acaso ya te olvidaste de Oklahoma en el ‘87? Esa vez se dio al revés, en el medio de cinco círculos apareció un judío muerto.
Alperovich se quedó pensando, repasaba mentalmente el encuentro con los 12 en el aeropuerto y recordó los nervios del más grande de los sijosesistas: Sergio Mansilla, con esa sonrisa estúpida. Y calculó que debería estar temeroso de que le echaran la culpa del suceso que Toro le acababa de relatar. “Pobre”, pensó “mañana le pido disculpas por el calor que lo hice pasar puteándolo delante de todo el mundo”
–¿Y cómo estaban los cadáveres? – preguntó el gobernador
–No te dije nada de los cadáveres. ¿Cómo supiste que había algo extraño con los muertos?
–Primero, querido Watson, porque las muertes extrañas dejan cadáveres extraños. Segundo porque en Santa Lucía no debe haber muchos judíos, seguramente no hay ninguno y tercero porque no te hubieses preocupado por el tema si las muertes hubieran sido normales.
­–¡Ahí te agarré!, no eran todos judíos, pero eran cinco varones de edad media, circuncisos. Probablemente estaban operados por alguna enfermedad...
–¡O eran actores porno!
–¡José!... – le recriminó Toro.
Alperovich no lograba parar de reírse de su ocurrencia pero le pidió, entre toses, a su interlocutor que continuara con el relato.
–... Solamente uno de ellos era de la zona, de Isla San José, los otros...
–¡Ya sé, de los cuatro puntos cardinales de la provincia!
–No, ahí te quedaste corto, de los cuatro puntos cardinales del continente...
Toro empezaba a disfrutar del interés de Alperovich, había caído en sus garras, y hacía largas las pausas en su relato a propósito, para hacerlo sufrir por atreverse a interrumpirlo, pero José bebía a sorbos el agua helada en una gran copa para servir vino y lo fulminaba con la mirada.
–...Uno desapareció en Mérida, Venezuela, a las nueve de la noche, salió a comprar cigarrillos y no volvió más. Otro en Río Grande, Tierra del Fuego, la última que lo vieron estaba jugando con sus perros pastores, eran las diez y cinco. El tercero desapareció en Reventazón, Perú cuando se fue a buscar agua para preparar la cena, es el único judío del grupo y el único que tiene heridas en el cuerpo: los estigmas de Cristo. Notaron su ausencia a las ocho de la tarde. El último es el único negro de todos, de Recife, Brasil y ahora te podés cagar de risa si querés porque anduviste cerca: era gigoló. Trabajaba en la prostitución y en este caso era circunciso debido a estrictas razones laborales.
–¿Y a qué hora desapareció?
–A las once de la noche hora local.
–O sea que, si mis cálculos no fallan, todos desaparecieron al mismo tiempo, por la diferencia horaria, digo...
–¡Exactamente!, pero lo sorprendente del caso es que, según los testigos, los muertos aparecieron al costado de la ruta a las diez y diez de la noche, a miles de kilómetros de distancia y con cinco minutos de diferencia...
–¿Y como sigue el asunto, Agente Molder? – dijo Alperovich, recuperando el buen humor a través de chistes a su amigo.
–El asunto, Agente Especial Sculli, continúa de la peor manera:– y Toro endureció el brazo para aguantar la cariñosa trompada de su amigo que había entendido la cargada –los cadáveres no presentan heridas, salvo el caso del peruano, pero contienen solamente el 10% de su sangre y hay evidencia de que la mayoría de los órganos vitales han sido extirpados por la boca. Los lugareños creen que se trata del chupacabras, aparecieron periodistas y ufólogos que sostienen la teoría de las abdicaciones extraterrestres...
–¿Y vos, qué creés?
­–Creo que hay un poco de todo: el laboratorio descubrió tejido con APV en...
–¡En el judío peruano!
–En todos José, en todos...
–¡Bendito sea Dios!, es la mejor noticia que recibo en años: APV dejó de ser un estigma exclusivo de los judíos y me libero de este dolor que me aprieta el pecho. ¡Tenemos que dar a conocer la noticia, Torito!
–No, Joshua. Son cadáveres. No sufrieron la enfermedad, ¿me entendés? Para mí es un mensaje para vos, para nosotros los judíos. Tucumán no es el centro de Sudamérica. El crop lo marca bien: apunta hacia el sudoeste. El círculo mayor es el continente y nosotros estamos ahí, ¿te das cuenta? Es la primera vez que el poder político está en manos de un judío, y por más que vos tengas buenas intenciones, cosas como ésta van a seguir pasando, hasta que algún loco de mierda descubra toda esta historia y decida que vos sos la porquería, el cáncer a extirpar. ¿Entendés hermano?, es duro decírtelo, pero tu nietito tiene razón: bajale un poco los decibeles a eso de sentirte el dueño del mundo. Sos el gobernador de la provincia más rara de la Argentina, en donde pasa de todo. Sos el primer gobernador judío del país, y eso no pasa en la Pampa Gringa, en donde somos una minoría decisiva. Tu vice gobernador es descendiente de sirios, y estás en un partido inspirado en el nazismo. Eso es lo raro, José. Que aparezcan muertos de todo el continente en tu provincia es una pavada al lado de esto...
Alperovich asintió con la cabeza y abrazó a su amigo con lágrimas en los ojos. Acababa de escuchar un par de verdades que no quería escuchar, y esta vez eran las palabras de un amigo entrañable, de un hermano, de la persona que más quería, fuera de su familia. No eran opiniones de sus discípulos “sijosesistas”, por eso no lo tachaba de frente, aunque a su entender merecía ser aplastado como una cucaracha. Mientras Toro se marchaba en silencio como escapándose de él, se sentó en el sillón de Lucas Córdoba y le pidió a su secretaria que lo comunicase con Sergio Mansilla: debía pedirle perdón cuanto antes por levantarlo en peso delante de todo el mundo. Pero mientras escuchaba la voz del colaborador en el teléfono recordaba la cara de estúpido que puso en el aeropuerto con la sonrisa pintada a lo Piñón Fijo, y le preguntó en un tono entre burlón y cariñoso: “¿Todavía seguís cagándote de risa de mí, boludito querido...?”

5.8.09

Capítulo 15: La metamorfosis




El entrenamiento en Santa Lucía era intenso, y el fláccido cuerpo de Gatita se convirtió en una semana en la firme figura del púgil Nacho “Manodura” Estrada. Bajó 9 kilos, logró que ningún decanito lo volteara y mandó a comprar un par de guantes nuevos, pues los que le había asignado Servando apestaban peor que el aliento de Cirilo Pausa, que hablaba bajito y lo obligaba a acercársele tumbándolo con el olor a burro de su boca. Pero aguantar el mal aliento de Cirilo era beneficioso pues le servía para pulir su pobre técnica aprendida en combates carcelarios, donde valía todo y los puñetazos en la ingle eran tan legales como los puntazos por la espalda. Almorzaban y cenaban copiosamente, pues Servando era además un gran cocinero, reconocido por sus servicios de catering en restaurantes de 5 tenedores, y porque la actividad física y el calor le habían hecho perder muchos kilos lo que hacía que la máxima categoría les quedara lejos. “Tenés que recuperar el peso, Nacho, así que comé bien, chango, y andate a dormir temprano sin café, alcohol ni fuqui-fuqui con la patrona”, recomendaba Ortiz, pero la sensación de saciedad lo ponían al borde de la bulimia, y quería irse a la cama sin mochilas que le impidan satisfacer las ansias de su cautiva.
Las noticias, además eran buenas: sus compinches ya estaban gozando de la libertad en Viña del Mar, aunque Venancio tuvo que ser internado una noche por pasarse con el sol y las cervezas, decía que no paraba de escuchar un zumbido y el dolor de nuca lo estaba matando. “Tiene la mosca”, sentenció Gatita, “decile que ya se le va a pasar, les pasa a muchos cuando dejan esas porquerías de anfetas tumberas, una solución muy buena para eso es meterle la cabeza en una cacerola y pegarle un cucharonazo bien fuerte, el eco lo va a dejar escuchando teléfono ocupado un rato pero la mosca no vuelve” y la recomendación para el Chuña Acosta era palabra santa, por lo que luego de cortar llevo al Vena hasta la cocina del hotel para hacerle la cura.
No volvió a comunicarse con Amado Ferreyra, y tenía sus razones, pues el último contacto había sido un contrapunto muy reñido y estaba dispuesto a escaparse con su madre, para lo que necesitaba el dinero del rescate, poniéndose él mismo ante un dilema. Aunque tenía además la promesa de alzarse con 30 mil dólares de la pelea con Pucheta, a quien deseaba ganarle el 13 de mayo, no era plata suficiente para pagar todos los gastos que le estaba ocasionando el secuestro de la mujer. Sabía que en el mismo momento en que Amanda se supiese viuda aflorarían rencores y remordimientos hacia su persona, por lo que internamente había decidido no liberarla. Quizás, cuando estuvieran en algún lugar lejano le permitiría hablar con su hijo para que le explicara las razones de su partida. Todavía estaba todo muy confuso, no quería entretenerse en otra cosa que no fuera el pago a la Chancha Ale de los 5 mil dólares adelantados por hacerse pasar por un boxeador mejicano en decadencia.

Amado Ferreyra había pedido licencia y se la concedieron con la condición que dejara la provincia, el arma y el teléfono celular. La Brigada, y sobre todo su padrino el subcomisario Gómez, no lo quería interfiriendo con la investigación del secuestro de su madre. Pero los que lo conocían sabían que esas eran sus intenciones. “Vos estás escondiendo algo, Amadito, has recibido una llamada nueva y no me lo has dicho, confía en mí carajo, si soy como tu padre...”, le rogaba Gómez.
–Lo único que sé Padrino, es que este hijo ´e puta se está encamando con mi vieja, por eso no llama, no nos da otra prueba de vida ni le interesa la guita, tiene miedo que Mamá se entere que el viejo esta muerto.
–Entonces...
–Entonces no la vamos a ver más, Padrino. Usted no pague un mango, porque esta rata va a llamar cuando ande sin un cobre. Hágase pasar por mí, péguele una buena puteada para que no sospeche y tiéndale una trampa...
–Hablando de trampas, no me contestaste nada acerca de la pintada en la pared– Amado hizo una mueca como no entendiendo de lo que le estaba hablando –¡La foto que te mandé con Ramírez...!
–¡Ah!, no sé que carajo puede ser, Ramírez hablaba un montón de boludeces, de ovnis y de otras giladas. Pero para mí, esa es una inscripción carcelaria...
–Tenés razón, debe ser un código de presos...
Amado le dejó el celular y la reglamentaria a su padrino quien le labró el acta correspondiente y antes de hacerlo firmar le preguntó hacia dónde iría:
–Me voy de putas a Las Termas, cualquier cosa buscame en el Hotel Dunas, pero te aseguro que a mi vieja no la vemos más.

2.8.09

Capítulo 14: Cessna Citation Bravo



Toronowitz pidió la devolución de los pasajes de la comitiva de seis que Alperovich había llevado a sus vacaciones. British Air devolvió el 100% de su valor porque la operación se deshizo con 48 horas de anticipación al vuelo. De esta manera, el espía contaba con un dinero que sirvió de seña para rentar un Cessna Citation Bravo para los siete, el resto lo cargó a cuenta de la Mossad, algo que levantó sospechas entre los 007 británicos y demoraron el vuelo Dublín–Buenos Aires 15 horas, creando un conflicto internacional del que Toro nunca se enteraría.
El Toro utilizó el viaje para afianzar su relación con los familiares del gobernador, haciendo gala de cada detalle cuidado por él mismo. Desde el café preferido de la primera dama provincial hasta las películas y chocolates elegidos para los chicos. El colmo fue descubierto por el propio gobernador, quien al ir al baño, ubicado en la parte posterior de la aeronave encontró en la ventanilla una calco que decía “Me lo vendió un amigo: León Alperovich”. “Toro sos un hijo de remil..., te fijás en todo, si me dan ganas de matarte... Vayan al baño de a uno y busquen el detalle que ha puesto el tío Toro para que nos sintamos en casa...”
Después el viaje se llenó de historias de amor, de chistes de gallegos, de turcos y de moishes, de películas de Francella y cosquillas en las plantas de los pies hasta la última escala en La Paz donde los obligaron a hacer aduana, aunque se tratara de una escala técnica. Pasa que el Jefe de Torre captó el mensaje del piloto, que repetía una y otra vez que necesitaban reabastecerse rápidamente porque llevaban al gobernador de la provincia argentina de Tucumán. La ironía llegó hasta un Mayor de la PM boliviana dispuesto a “demostrarle a ese tal Alperovich que Bolivia no es solamente Yacuiba y Pocitos”, porque el primer mandatario tucumano había declarado ante la prensa que el centro de San Miguel de Tucumán, con tantos vendedores ambulantes estaba horrible, que parecía Bolivia.
Estaban dispuestos a todo, incluso a detener al gobernador si es no cumplía con algún requisito de la PM, pero el Toro, al mostrar la credencial de la Mossad, pudo explicar mejor los motivos del viaje y disculparse con todos los bolivianos en nombre del gobernador. “Nosotros queremos que él se disculpe en persona”, argumentó el Mayor.
—Pero si ya se disculpó ante el cónsul en Tucumán— contestó el Toro
—Eso no apareció en el “Presencia”— dijo el Mayor mostrando la hoja arrancada del matutino boliviano.
—Enseguida se lo traigo al Excelentísimo, pero después no se quejen si utiliza este acto en su contra— amenazó con ironía, para amedrentarlos, pero los gendarmes no lo entendieron y asintieron ansiosos por despellejar al cretino que osó ofenderlos.
“Hermanos Bolivianos, mi casa es su casa, estoy arrepentido de haber juzgado tan mal a su amado país. Vengo de conversar con su presidente al que admiro y respeto, a quien todos los tucumanos admiramos y respetamos, y les repito lo mismo que le dije a él: cada boliviano en Tucumán es considerado un tucumano. Lo siento así, lo sentimos así cuando recorremos las quintas de Lules, cuando comemos las frutillas, los tomates, cuando buscamos un ramo de violetas para regalar, cuando viajamos en auto hacia el norte y pasamos por todas las plantaciones de Trancas, cuando buscamos alegría en las peñas. Estoy orgulloso de este país hermoso, pero reconozco que me equivoqué cuando el maldito periodismo de mala leche que tenemos en nuestra provincia me obligó a hacer una declaración desacertada que los involucró a ustedes indebidamente. Miren, si cuando he sido elegido gobernador yo decía: primero Tucumán, segundo Tucumán, tercero Tucumán. Ahora me dan ganas de decir, por la hermandad, por el cariño que nos une, por cada hoja de coca que ustedes cosechan y que sirven para que mi señora me prepare el tecito que tomo todas las noches antes de acostarme, por cada metro cúbico de gas que nos calienta en el invierno y le permite crecer a nuestras economías, por lo que más quiero: primero Tucumán, segundo Bolivia, tercero Tucumán. Porque somos iguales, fíjense bien: tenemos los mismos problemas, las mismas necesidades y las mismas ganas de crecer, yo, personalmente, me voy a ocupar de ahora en delante de poner cada día el ejemplo del sacrificio de su pueblo para que los tucumanos aprendan de ustedes, y les juro que no voy a descansar hasta ver los lazos que unen a la región atados con nudo ciego, en nombre de la amistad y de la unión fraterna. Miren, les doy otra primicia, cuando veníamos en el avión discutíamos con mi señora el tema de la bandera de Tucumán, que está suspendida porque tiene una cruz, que no representa a los verdaderos dueños de la tierra americana, que son los aborígenes, sino a sus usurpadores quinientos años atrás. Y estábamos pensando con ella una bandera que tenga como fondo la bandera de la dignidad inca, que contiene entre otros, los colores de la bandera de mi amada Bolivia”, dijo Alperovich en el discurso filmado por un gendarme. Acto seguido hizo un paso atrás para ponerse al lado de la bandera nacional boliviana, empuñó el paño y le dio un beso. Luego agregó, “Muchas gracias por su hospitalidad”
A la media hora todo el aeropuerto lo estaba despidiendo con pañuelos blancos, inclusive tendieron una alfombra roja hasta la escalinata de la aeronave por la que la comitiva desfiló dejando al gobernador al último. Comentan en los pasillos de la Casa de Gobierno que Toronowitz parecía un referí de box separando al gobernador que abrazaba a todo el mundo, los besaba y los invitaba a “sumarse a los hombres de bien que habitan el suelo tucumano”. Llegó al avión ofuscado y pidió una aspirina y un poco de aire fresco “para bajar un poquito de la gloria”, dijo “¡porque ya me siento gobernador del mundo, carajo!”

22.7.09

Capítulo 13: Fugas, evasiones y el misterio de la Virgen




Gómez dio una recorrida por el departamento y no encontró demasiados indicios. Estaba seguro de algo: dentro de la fuerza policial, y especialmente su división, había un infiltrado. Revisó los cuartos: las camas estaban destendidas y las sábanas por el suelo. En la cocina encontró a un agente tomando agua mineral y lo insultó por el atrevimiento. “¿No se da cuenta que eso que tiene usted en la mano es evidencia?”. “No señor, la compré en el kiosco de enfrente”. Gómez se disculpó con una seña y se acercó al anafe e hizo un descubrimiento que le heló la sangre: la pava estaba tan caliente que le quemó la palma de la mano cuando intentó tocarla: ¡Están en el edificio, pida refuerzos, que rodeen la manzana!”
En minutos el lugar estaba como a Gómez le gustaba, el azul de los uniformes y las balizas de los patrulleros tiñeron la tarde y tendieron sobre la ciudad un manto de incertidumbre. No tardaron en descubrir el boquete hacia la casa vecina y las puertas cerradas con cadena y candado. “¡Escaparon Jefe!” le avisaron por radio y Gómez estrelló el handy en el mismo piso que Gatita había roto su celular días atrás. Le molestaba tener que negociar la liberación de los presos. En los cursos que dictaba el FBI en Buenos Aires le enseñaron que con los secuestradores y terroristas no se negocia, pero este era un caso especial, se trataba de una amiga muy querida quien estaba secuestrada. Cuando Gómez conoció a Amanda quedó deslumbrado, era un joven oficial ayudante y se juró a sí mismo que si algún día contraía matrimonio sería con una mujer tan bella como la de su jefe. Sin embargo terminó casándose con la gorda más fea del barrio, enamorado de la palangana de agua tibia y los pastelitos de dulce de batata con los que la mujer lo esperaba luego de 24 horas de guardia. La palangana era una delicia para los pies cansados del encierro en los borceguíes y los pastelitos eran un alivio para un estómago deshecho de pizzas y Pepsi Cola. Además las enseñanzas del FBI no le sirvieron nunca de nada. “Lo único que tienen de bueno los yanquis son esos breake time con masitas y sanguchitos”, rezaba un comentario de Ferreyra que muy pronto alcanzó la categoría de anécdota policial. Resignado, llamó al director de Institutos Penales y le pidió la libertad de los presos. Como sabía que recibiría un no como respuesta, lo amenazó con ventilar un noviazgo clandestino con una oficial del servicio penitenciario. “Pero, usted sabe que eso no es verdad...”
—¡Dígaselo a su señora!
—Gómez, usted es un hijo de puta.
—¡Gracias señor!, sabía que usted entendería— Y esa misma tarde Alvaro Acosta y Venancio Amor salieron bajo fianza, sin saber que portaban sendos microchips localizadores injertados en la nuca, pues el Sistema Penitenciario y la Justicia ya tenían demasiado con la fuga del Pelusa Tolosa como para aguantar otro escándalo.

La banda de Gatita iba camino al sur, por la ruta 301 cuando, a la altura de Mercedes fue detenida por un control de la Policía Vial. El conductor tenía el carnet de manejo vencido, por lo que le labraron un acta y cambiaron de chofer, caso contrario el vehículo iba a ser secuestrado. Subsanado el inconveniente les permitieron seguir. Al oficial de turno le importaba más el número de actas confeccionadas que el prontuario de los infractores, y fue el único que vio a Gatita a cara lavada, sin disfraces. Le llamaba más la atención la mujer que le besaba el cuello y lo llenaba de cosquillas, mientras se hacía cargo del volante. “¡Basta mujer!, ¿no ves que es peligroso manejar de esta manera?, Por favor oficial, llámele la atención.” Y el oficial saludó con la venia: “Señora, por favor, colóquese el cinturón de seguridad y deje los amoríos para más tarde” Los cinco ocupantes de la Traffic se rieron de la amonestación y Gatita arrancó respondiendo la venia. El oficial sintió envidia por ese grupo díscolo, y recordó su debut sexual en unas vacaciones de mochileros en La Rioja, donde se enamoró de la prostituta más bella y joven del burdel, muy parecida a la mujer que mimaba al conductor de la camioneta con un calco gigante de Garfield en la luneta.
Llegaron a Santa Lucía a plena siesta, y en el gimnasio del club los esperaba Servando Ortiz y un grupo de grandotes malvestidos a quienes presentó como su equipo. Parecían más una banda sobrealimentada de cumbia villera que un staff deportivo. Las camisetas de Atlético que usaban como uniforme estaban gastadas, estiradas y lucían lamparones de aceite y mostaza, evidenciando bacanales de cerveza y sánguche de milanesa. Servando Ortiz entre los gigantes era un enanito de jardín. La chomba impecable con el logo del “Gimnasio Amado Juri” de Las Talitas, el peinado a la gomina y su chuequera de peso pluma contrastaban con sus espárrings pordioseros a los que Gatita bautizaría “Decanitos”. Pero la tarde les traería una sorpresa inesperada: el asesor técnico sería el mismísimo Cirilo Pausa, un Campeón Argentino venido a traficante de hojas de coca, portador de un acullico impresionante. Era, según Amanda, una escena de Los Locos Adams, pero le entusiasmaba la idea de ver a su secuestrador-amante entrenar para una pelea en serio, aunque luego no atestiguaría demasiado, pues la recluyeron en una finca de Zavalía con aire acondicionado y un freezer lleno de helados de agua. Volvieron las pastillas y las noches de sexo con Gatita se hicieron cada vez más salteadas, por lo que ella misma pidió que la ataran, la amordazaran y le pusieran los auriculares y así odiar un poco al hombre que se le estaba haciendo imprescindible.

Gómez buscó en Internet información acerca de los círculos misteriosos y comprobó que los dichos de Ramírez eran ciertos, incluso vio el documental de Discovery Channel recomendado por el oficial, luego de que éste le explicara el modo de “alquilarlo” a través de la televisión satelital. El tema era fascinante, pero no encontraba relación con el caso, por lo que decidió telefonear a uno de sus peritos. Revisó su agenda y le resultó curioso no encontrarlo, el sabía que lo tenía anotado, pero no recordaba dónde. Entonces empezó a pensar cuándo utilizó a un tal Álvaro por sus conocimientos en ufología, y la respuesta fue: nunca. Entonces recordó: lo había conocido en un programa de televisión, cuando se presentó un extraño caso de palanganas voladoras en Concepción, y el tipo analizaba seriamente las fotos de los receptáculos plásticos lloviendo del cielo mientras el piso a pleno contenía la carcajada. El programa era producido por Di Benedetto, por lo que lo telefoneó al instante. Di Benedetto se hizo negar, seguramente estaba enojado porque no le pagaron el peritaje anterior, entonces Gómez se encontró buscando un especialista en ovnis en las páginas amarillas.
No encontró nada al respecto y se rió de la ocurrencia “Las páginas amarillas”, se decía mientras meneaba la cabeza mirando la foto de la inscripción en la pared. Decidió que ya era demasiado tarde para seguir con los pensamientos y se fue a su casa en busca de la palangana de agua tibia y una comida decente para conciliar el sueño. “Palanganas voladoras”, pensó como encadenando pensamientos y volvió a reírse hasta que se dio cuenta de que estaba en la calle y podían burlarse de él por mantener el soliloquio de sus elucubraciones.
En su casa Gómez le hizo una caricia a su hijo que miraba un episodio de Harry Potter en DVD y el niño le contestó: “Mirá Papi, el reloj de la escuela de Harry se parece al frente de la iglesia de mi cole”. “Sí hijo, igual a un...¡crop circle!” y se dirigió a las corridas a la mesa del teléfono, en cuyo cajón la familia guardaba todas las facturas y cuentas pagadas.
—Pero, ¿qué buscás viejo?— lo inquirió su esposa temiendo que armara un gran desorden.
—Busco un folleto de la Parroquia de Fátima, tenía una foto del frente de la iglesia...
—Está en el cajón de tu mesa de luz
—¡Gracias mi amor!— y besó a su mujer con alegría. El caso se iba aclarando.
Aunque permaneció frente a la imagen durante cuatro horas no encontró mucho. Encontró la misma imagen del crop circle, pero había algunas cosas que no llegaba a entender, cabos sin atar, reconocía la cruz, la paloma en representación del espíritu santo, una cruz mas pequeña, el círculo misterioso encerrándolo todo y la estrella de David. Pensaba y zapateaba en el agua de la palangana, pero no llegaba a dar pie con bola. Se entretuvo leyendo la historia de la Virgen de Fátima, la última aparición mariana reconocida por la Iglesia Católica. Sintió un poco de lástima por los pastorcitos porque tuvieron una muerte tan prematura, salvo una niña que sobrevivió hasta ver cumplidos dos de los tres misterios de Fátima: el intento de asesinato del papa Juan Pablo II un 13 de mayo a principio de los ´80 y la consagración de Rusia con la caída del muro de Berlín. Pensaba, anotaba fechas, designios y misterios pero el agua de la palangana se había enfriado bastante, por lo que decidió que ya era hora de irse a la cama. Se fue a dormir muy confundido, tanto como el lector desprevenido que busca en los libros de Victor Sueiro alguna explicación para el tercer misterio de Fátima develado a medias hace algunos años por el Vaticano.

18.7.09

Capítulo 12: Judíos en Dublín




Moisés estaba destinado a mantener la base de Tucumán mientras el Toro se trasladaba a Dublín con las intenciones de proteger al gobernador. El jefe del Mossad Tucumán no ocultaba su satisfacción pero también estaba preocupado por los eventos de Santa Lucía. Pasaba por la misma sensación vivida tres años antes cuando un viejo amigo lo “pidió” para que limpiara la Casa de Gobierno tucumana de micrófonos de la SIDE. Por un lado estaba contento de servir al primer gobernador judío de la República Argentina, y por el otro le angustiaba dejar sola a su joven novia en los confines de la guerra santa. Pero sabía que ella estaba preparada para sobrevivir con grandeza a las peores situaciones posibles, lo tranquilizaba la idea del desafío: “Dios nos pone a prueba día a día, somos Abraham camino a la montaña constantemente”, le dijo ella en la despedida. Él se odiaba por no haberlo pensado antes. Tantos años de estudios rabínicos no le sirvieron ni para conmover a su prometida, se sentía sumamente disminuido y lo volvían a invadir las sensaciones duales: envidia y orgullo de su novia al mismo tiempo. Los fantasmas del ensueño lo acunaron y se lo llevaron al mundo de los hombres simples, la butaca del Boeing de Aerolíneas lo mantuvo narcotizado hasta que los roces con la mujer que viajaba a su lado le erizaron la piel. En su quimera era una mujer bella, una sirena para Ulises, la Venus de Boticelli, pero en realidad era una cincuentona de piel extremadamente blanca, casi transparente, si demasiada carne sobre una osamenta filosa. Más que una mujer, parecía una guadaña. Lo alteró la idea de estar abrazando con lascivia a la imagen de la muerte y despertó sobresaltado. La mujer le sonrió con ternura, como dándole permiso para continuar con las caricias, pero él se disculpó y se dirigió al baño, el avión ya apuntaba derecho hacia el este, por lo que rápidamente se hizo de noche, aunque los relojes marcaran las cinco de la tarde.
Dublín desde el cielo nocturno se parece a un raquítico árbol de Navidad tumbado por el viento: la ciudad se extiende desde el canal de San Jorge hacia el centro de la isla, y las luces que titilan tímidamente se reproducen en la espesura de la bruma y se abren como dos brazos de luz que le ponen un matiz de cálida bienvenida al visitante. “Son ingleses”, pensó Toro, “No te entusiasmés Torito, son ingleses, y para colmo católicos, te van a hacer mierda el corazón si se enteran que, además de negro, sos judío”. Cuando el avión tocó tierra, sacó una toallita descartable humedecida en perfume del bolsillo y se la pasó por la cara, como lo haría una mujer sacándose el maquillaje. Su compañera de asiento lo miró detenidamente esperando que su cutis chocolatado se destiñera con tanta fruición, pero cuando vio que la piel del hombre continuaba del mismo color, torció la vista hacia la ventanilla para conversar con su reflejo en el vidrio acerca del reciente desencanto.
Se encontró con Alperovich a la mañana siguiente, en un hotel de Ballintoy Beach, y festejó el rayo de sol sobre la nieve y el aire helado que traía el mar. Su amigo se quejó de la humedad y le ofreció una de sus corbatas para entrar a desayunar, “porque estos locos de mierda no te dejan permanecer en el club house sin corbata, Torito”.
—¡Dame la tuya!, le espetó esperando una negativa, pero el gobernador no tuvo ningún drama de quitarse, sin desanudar, la fina corbata de seda italiana que llevaba puesta. Y se la entregó para que el Toro cayera en la cuenta de que otra vez lo habían puesto ante una sensación ambivalente: vergüenza y orgullo.
—¡Sos un pan de Dios!, le dijo agradecido.
—¡Si!, ¡lo único que falta es que me digás que soy el cuerpo de Cristo, pedazo de huevón!
Y estallaron las carcajadas.
Las risas se disiparon cuando quedó al descubierto el cuello del gobernador, que llevaba una cruz de plata colgada de una gruesa cadena, también de plata.
—Pero, ¡En serio te hiciste cristiano...!
—No, boludo, es el regalo del gobernador, una cruz celta, se llama Crichton Cross, es aún anterior a Cristo y representa el poder de la naturaleza, la medida de todas las cosas. Bety les trajo un menhir de un metro veinte y los tipos, en agradecimiento, nos regalaron sendas cruces a nosotros. Mirá, en aquella colina, frente a la playa, ¿ves que hay como dos palitos grises ahí?. Es el menhir que lo pusieron junto a una cruz de éstas, pero de piedra. Hicieron una ceremonia hermosa a la tardecita, medio que nos cagamos de frío, pero la cosa se puso buena cuando trajeron la cerveza y encendieron una gran fogata...
—¡La fogata de San Juan!
Y las risas se ahogaron en un gran abrazo de amigos fraternos, algo que Alperovich había olvidado a causa de tantas campañas estilo K, llenas de falso cariño y palmadas en la espalda cargadas de hipocresía. Era consciente de que sobre sus hombros caía una gran responsabilidad: ¿Conducir a un millón y medio de almas?, ¿Procurar beneficios para miles de indigentes?, ¿Acabar con la desnutrición?, ¿Lograr la reelección?. No, la mayor responsabilidad que tenía en esos momentos era ser leal a este amigo que ahora lo abrazaba con gran cariño y respeto, y que estaba dispuesto a dar la vida por él. José Alperovich lo sabía, por eso quería ayudar al Toro en lo que fuera, y le ofreció compartir la suite del Hilton; a lo que el espía se negó rotundamente.
—Tranquilo José, acá yo estoy trabajando para vos. Ya no podemos jugar más a ser Sherlock y Watson como lo hacíamos en el college. Ahora yo soy Kevin Costner.
—¿Y yo, quién soy?
—Vos sos Withney Huston
—¿Porqué no te vas un ratito a la mierda...?

12.7.09

Capítulo 11: Operación rescate: epílogo

pava endemoniada

Gómez se rió de sus subordinados cuando corrieron a las páginas amarillas para encontrar a los colocadores de parquet. Le pareció poca la escasa oferta laboral y les recriminó duramente: “¿Son boludos ustedes o qué? ¿Cómo se les puede ocurrir ir a la guía de teléfonos a buscar ese tipo de gente? ¿No les resulta sospechoso que sólo se encuentren cuatro colocadores de parquet en todo Tucumán? ¡Con razón se nos cagan de risa en todo el país a nosotros! Miren boludazos, aprendan del jefe, una sola llamada y les tengo la posta...”
Tomó el teléfono y se lo colgó al hombro mientras buscaba papel y lapiz para apuntar lo que suponía sería una extensa lista, pero la comunicación duró tan poco que tuvo que simular que continuaba hablando por teléfono, cuando desde el otro lado de la línea hacía un largo rato que le habían cortado. “Y sí...”, comentó resignado “básicamente son cuatro los colocadores, así que va a ser bastante fácil encontrar la casa”
Un tal Chocobares, experto en pulido y lustrado de pisos dio con la tecla: “pisos oscuros se están poniendo pocos, pero en un edificio de la calle Monteagudo al 100 hicimos cinco pisos con algarrobo chaqueño”
El operativo esta vez, por temor a un nuevo fracaso, mantuvo un perfil bajo y el Jefe de la Brigada le puso un nombre novelesco: “Operación Rescate, Epílogo”, creyendo que estaba frente a los últimos minutos de incertidumbre. Sin demasiada estridencia, el Comando preparado por Gómez entró en acción con la expresa recomendación de no pisar cabezas si no fuera enteramente necesario. En realidad no hizo falta, porque no encontraron a nadie, pero en el piso 10, dieron con la habitación fraguada y una extraña marca en aerosol en la pared empapelada filmada por los secuestradores.
—¿Qué es?—, preguntó el oficial
—Parece una marca de esas que aparecen en los sembradíos yanquis Jefe, yo he visto una película...
—¡Podés dejar de decir pelotudeces, Ramirez!. Le lanzó lleno de desazón y fastidio, pero muy pronto se recompuso y decidió levantarle el ánimo al oficial increpado. Se acordó de él mismo, cuando en su juventud su curiosidad iba adelante de su prudencia; pero él tuvo un jefe omnipotente y generoso, al que en estos momentos estaba intentando vengar.
—¡Ramirez!
—¿Señor?
—Discúlpeme, pero ¿en qué película dice usted que vio...?
—“Señales”, se llama “Señales” señor la película, y en el videoclub la promocionan como una nueva Sexto Sentido, que es la película anterior del mismo director...
—Y en su apreciación personal, ¿qué respuesta podemos hallar a todo esto si partimos desde allí?
—Mire jefe, la guardia le da a uno tiempo para todo, algunos leen y releeen las noticias, otros les dan viabas a los detenidos, otros queman balas en el polígono, pero a mí me encanta el cine, y alquilo películas o pongo lo que hay en el cable. Gracias al cable estoy bastante enterado de lo que significan esas señales, porque para ser sincero, la película me pareció una estupidez, y alrededor de ese estreno, pasaron un especial en Discovery Channel muy interesante, en el que dicen que está comprobado que el 95% de las señales encontradas, son farsas y hasta hay grupos de fanáticos que hacen de esas inscripciones un culto, y perfeccionaron de tal manera su técnica que ellos están convencidos que sus trabajos son obras de arte. El colmo sucedió en un trigal cercano al aeropuerto de Dallas donde apareció un dibujo del camello del cigarrillo...
—¿De Camel?
—Sí, dicen que la tabacalera pagó 50 mil dólares por el trabajo...
—Esperá un poquito Ramirez, veo que el tema te apasiona, pero ¿porqué vos de entrada nomás relacionaste el dibujo con una cosa semejante?
—Es que este dibujo es un típico Crop Circle, muy parecido a los primeros que aparecieron y se les atribuyó a marcas dejadas por naves extraterrestres, mire, son dos círculos concéntricos, el de afuera tiene cuatro marcas, son los puntos cardinales, y el de adentro, que para que sea un verdadero Crop debe ser excéntrico...
—¿Porqué?
—Porque todo motor tiene un torque, si es una máquina quien dejó la marca, tiene un motor, por lo visto el torque de este motor es horario, o sea que gira como las agujas del reloj...
—Pero, Ramírez, esto está escrito en aerosol...
—Pero es una señal, jefe, no me pregunte porqué, pero intuyo que es una señal que nos dice algo, ¿y sabe que es lo que dice?. Que este Gatita quiere ser encontrado, nos está midiendo, quiere saber con quién se topó.
—Que no averigüe más, se topó con los imbéciles que buscan a los choros en las páginas amarillas.
Ramirez sonrió y pidió permiso agachando la cerviz. Encontró en la despectiva mueca de Gómez el permiso solicitado y se marchó con la amargura del fracaso y la dulzura del deber cumplido.