14.8.09

Capítulo 16: Bienvenida sijosesista




Apenas el Cessna alquilado en Dublín pisó la pista del Benjamín Matienzo los funcionarios alperovichistas contuvieron la respiración y buscaron señales que delataran el estado de ánimo del Gobernador. El Vice a cargo del gobierno mostraba tranquilidad en el semblante y repasaba la vestimenta de todos, pues los había obligado a ir de elegante sport, nada de trajes y corbata, pero le tuvo que pedir a un secretario de hacienda que se retirara, porque lucía bastante ridículo con bermudas de joggin, medias de vestir y zapatos charolados. Pidió a todo el mundo que luciera sonriente: “Te podés mandar cualquiera, pero José no te putea si te mostrás simpático”, comentaba el Coordinador de Municipios y Comunas, y le hacía señas a los activistas de Barrios de Pie para que agitaran las pancartas de bienvenida preparadas para el viajero. La Batucada Santo Campeón estaba en el lugar por el sánguche y la coca: “No hacía falta que se molestara, compañero, usted sabe que nosotros respondemos a las órdenes del compañero Rubén Ale”, decía el bastonero mientras recibía las dádivas de un legislador. Mauro Castagneri le pasó una hoja al improvisado coro de mujeres con rimas de su creación, graciosas pero imposibles de cantar: “Ajuste, tire, apriete/ ya se siente/ José Aperovich 2007” o “Vengo a alentarte otra vez/ Vengo a ofrecer mi corazón/ porque quiero otro gobierno de José/ vengo a votar la reelección”. Pero lo más gracioso es que nadie se animaba a decirle que cantarían otra cosa y le pedían: “Usted jefe marque el ritmo que nosotros lo seguimos...” Por supuesto los cánticos fueron los tradicionales y la batucada desapareció sorpresivamente en el medio de la fiesta, pues habían recibido una alerta de radio acerca del robo a un cinco estrellas en Alderetes, y el Five Stars Bondy sacó de la escena el fragor de los tambores, dejando a las copleras de Barrios de Pie con su disfonía a capella.
El primero en descender del avión fue Toronowitz y de un solo vistazo encontró a los suyos estratégicamente ubicados, señaló a Moisés y éste le levantó el pulgar para permitir el descenso de la familia gubernamental. Por lógica, el gobernador bajó al último y abrió los brazos en la escalinata para saludar a la multitud. La ovación no fue la esperada por lo que mantuvo los brazos en alto y empezó a agitarlos, mientras dibujaba su sonrisa ganadora. Entonces sí el murmullo se hizo superior y creyó escuchar loas a su persona, pero en realidad el griterío estaba dirigido a su esposa, que en lugar de ir hacia el interior del aeropuerto, se acercó al vallado para saludar a la multitud, y él siguió sus pasos atraído por el cariño de aquellos mercenarios de la admiración. Su nieto mayor hizo una mueca de fastidio y le lanzó: “A ver ‘Tátele’ si la cortamos un poquito con eso de creerte famoso”. Lejos de avergonzarse, el gobernador tomó al chico de la mano y lo arrastró hacia donde estaba su abuela para hacerlo sentir un poco el gusto de la fama, y para que diera un par de abrazos “estilo K”.
En el Salón VIP se preparó una recepción para 200 personas, pero Alperovich separó a sus 12 discípulos para darles el levante del siglo por no avisarle nada del secuestro de la esposa de Ferreyra. Los más perjudicados fueron Castagneri y Mansilla: el primero por utilizar el e-mail para mandarle los informes que acostumbraba a recibir por teléfono en sus vacaciones, y el segundo por mantener “esa sonrisa pelotuda en la cara, ¿qué te pasa, boludo, te estás cagando de risa de mí? Yo puteando a medio mundo y vos me mirás con esa cara de gil”. Y al ver que no reaccionaba lo recriminó con dureza “En serio te lo digo: ¿podés ponerte serio, boludo, que te estoy puteando?...”
Alperovich mandó a su familia con una custodia y entró, en zapatillas, a la Casa de Gobierno suscitando más de un comentario entre la guardia policial y un grupo de excombatientes de Malvinas que venía a hacerle un planteamiento: “Elijan 2 representantes que los recibo ahora”, dijo y subió las escalinatas de tres en tres. Le pidió al Toro que permaneciera todo el tiempo a su derecha, y su amigo se quedó inmóvil y en silencio durante toda la conversación como si fuera un granadero de la Casa Rosada. Se moría de ganas de “mandar a la mierda a ese grupo de vagos que no habían dado nada por su patria, ni por causa alguna, soldados rasos que quedaron haciendo apoyo logístico en el continente, imbéciles apenas instruidos que no sabían ni lavarse las patas”. Se alegró cuando Alperovich les preguntó, por pura curiosidad, si ellos estaban dispuestos a entregar su vida por la patria, “ahora”, y sólo uno de ellos respondió afirmativamente, los otros dos asentían como adhiriendo a los dichos de su compañero, y ambos sabían que el silencio, en este caso, significaba un “no”, por más que asintieran. “Si fueran patriotas de verdad hubiesen dejado los pulmones en un grito a coro”, comentaría Toro después. Sin embargo el gobernador les hizo un par de promesas y los despidió con abrazos y besos.
–No aguanto a los culos sucios, Torito, por eso estás vos aquí, querido, porque quiero que te hagás cargo personalmente del caso Ferreyra, sé que vas a sacarme de este quilombo más rápido que nadie. ¿Sabés qué extraño?, la actitud de los tucumanos cuando gobernaba Bussi. El viejo ese puede haber sido todo lo gorila que vos quieras, pero ponía blanco sobre negro. Y si elegía el negro lo defendía a muerte.
–Es que vos también Joshua sos muy caprichoso y jodido...
–¿Y ahora qué?, ¿vos también me vas a criticar?. ¿Porqué no le pedís a Llaryora que te contrate?
–Ya te estás yendo al carajo, y no tiene sentido que sigamos discutiendo sobre el tema...– Toro tenía la habilidad de la dialéctica. En su entrenamiento como agente de la Mossad había aprendido muchas cosas, desde buenos modales hasta los métodos más efectivos de tortura. Y sabía que usando las palabras adecuadas podía conseguir lo que quisiera del otro, y en estos momentos deseaba que los lazos de amistad con su amigo Joshua no se estropearan, por lo que mostró cierto interés por la propuesta que le acababa de hacer: –Pero ya que hablaste de Bussi, ¿No eran él y Ferreyra grandes amigos?
–¡Sí!– respondió Alperovich contento de que el Toro se interesara de sus asuntos. –Eran compinches durante la dictadura, trabajaban codo a codo. Yo era chico por esos años, pero mi viejo los conoció bien, porque lo cocinaban a mangazos, creo que en realidad lo tenían en la mira, por eso lo tenían de cadete al pobre viejo. Pero... ¿vos creés que puede haber alguna conexión?
–No, lo que pasa es que me resultó extraño que admiraras a tu enemigo...
–No lo admiro, simplemente me parece que tuvo una forma bastante personalista de gobernar. Mano dura, como pide todo el mundo hasta que esa mano les cae encima... Hablando de mano dura, y cambiando totalmente de tema: hay una pelea la semana que viene entre Pucheta, el bombardero del Mercofrut y un “paquete” mejicano, ¿vamos a ir a verla?, de paso recordamos viejos tiempos...
–Mirá José, te agradezco el cumplido, la invitación al boxeo, pero no te olvides que yo estoy aquí cumpliendo una misión que es básicamente protegerte de cualquier amenaza, y no creo que ese quilombo de secuestros y accidentes tenga algo que ver con vos...
–¡Pero hay gente que cree que sí tengo que ver!, pusilánimes que ven en cada acto de gobierno una amenaza para sus ansias de poder. Lo que pasa es que no entienden que este es mi momento, no soportan que la gente me quiera. Me llaman advenidizo, vendido, falso profeta, embustero, empavurador, pero eso a mi no me quita el sueño. Lo que realmente me preocupa es que después todo se magnifique y me manden en cana por cualquier cosa. Acordate que las bolas de nieve empiezan siempre con un cubito de hielo que se le dio por rodar...
–Está bien, te voy a ayudar. Pero acordate que tengo prioridades: cinco personas murieron en Santa Lucía hace diez días y no tenemos más respuesta que un puto crop circle a metros del lugar...
–¿Crop circle?
–Sí, esos círculos en las plantaciones...
–Ya sé lo que es un crop circle, lo que me resulta extraño es que aparezca uno en Tucumán...
–No debería parecerte raro, ¿o acaso ya te olvidaste de Oklahoma en el ‘87? Esa vez se dio al revés, en el medio de cinco círculos apareció un judío muerto.
Alperovich se quedó pensando, repasaba mentalmente el encuentro con los 12 en el aeropuerto y recordó los nervios del más grande de los sijosesistas: Sergio Mansilla, con esa sonrisa estúpida. Y calculó que debería estar temeroso de que le echaran la culpa del suceso que Toro le acababa de relatar. “Pobre”, pensó “mañana le pido disculpas por el calor que lo hice pasar puteándolo delante de todo el mundo”
–¿Y cómo estaban los cadáveres? – preguntó el gobernador
–No te dije nada de los cadáveres. ¿Cómo supiste que había algo extraño con los muertos?
–Primero, querido Watson, porque las muertes extrañas dejan cadáveres extraños. Segundo porque en Santa Lucía no debe haber muchos judíos, seguramente no hay ninguno y tercero porque no te hubieses preocupado por el tema si las muertes hubieran sido normales.
­–¡Ahí te agarré!, no eran todos judíos, pero eran cinco varones de edad media, circuncisos. Probablemente estaban operados por alguna enfermedad...
–¡O eran actores porno!
–¡José!... – le recriminó Toro.
Alperovich no lograba parar de reírse de su ocurrencia pero le pidió, entre toses, a su interlocutor que continuara con el relato.
–... Solamente uno de ellos era de la zona, de Isla San José, los otros...
–¡Ya sé, de los cuatro puntos cardinales de la provincia!
–No, ahí te quedaste corto, de los cuatro puntos cardinales del continente...
Toro empezaba a disfrutar del interés de Alperovich, había caído en sus garras, y hacía largas las pausas en su relato a propósito, para hacerlo sufrir por atreverse a interrumpirlo, pero José bebía a sorbos el agua helada en una gran copa para servir vino y lo fulminaba con la mirada.
–...Uno desapareció en Mérida, Venezuela, a las nueve de la noche, salió a comprar cigarrillos y no volvió más. Otro en Río Grande, Tierra del Fuego, la última que lo vieron estaba jugando con sus perros pastores, eran las diez y cinco. El tercero desapareció en Reventazón, Perú cuando se fue a buscar agua para preparar la cena, es el único judío del grupo y el único que tiene heridas en el cuerpo: los estigmas de Cristo. Notaron su ausencia a las ocho de la tarde. El último es el único negro de todos, de Recife, Brasil y ahora te podés cagar de risa si querés porque anduviste cerca: era gigoló. Trabajaba en la prostitución y en este caso era circunciso debido a estrictas razones laborales.
–¿Y a qué hora desapareció?
–A las once de la noche hora local.
–O sea que, si mis cálculos no fallan, todos desaparecieron al mismo tiempo, por la diferencia horaria, digo...
–¡Exactamente!, pero lo sorprendente del caso es que, según los testigos, los muertos aparecieron al costado de la ruta a las diez y diez de la noche, a miles de kilómetros de distancia y con cinco minutos de diferencia...
–¿Y como sigue el asunto, Agente Molder? – dijo Alperovich, recuperando el buen humor a través de chistes a su amigo.
–El asunto, Agente Especial Sculli, continúa de la peor manera:– y Toro endureció el brazo para aguantar la cariñosa trompada de su amigo que había entendido la cargada –los cadáveres no presentan heridas, salvo el caso del peruano, pero contienen solamente el 10% de su sangre y hay evidencia de que la mayoría de los órganos vitales han sido extirpados por la boca. Los lugareños creen que se trata del chupacabras, aparecieron periodistas y ufólogos que sostienen la teoría de las abdicaciones extraterrestres...
–¿Y vos, qué creés?
­–Creo que hay un poco de todo: el laboratorio descubrió tejido con APV en...
–¡En el judío peruano!
–En todos José, en todos...
–¡Bendito sea Dios!, es la mejor noticia que recibo en años: APV dejó de ser un estigma exclusivo de los judíos y me libero de este dolor que me aprieta el pecho. ¡Tenemos que dar a conocer la noticia, Torito!
–No, Joshua. Son cadáveres. No sufrieron la enfermedad, ¿me entendés? Para mí es un mensaje para vos, para nosotros los judíos. Tucumán no es el centro de Sudamérica. El crop lo marca bien: apunta hacia el sudoeste. El círculo mayor es el continente y nosotros estamos ahí, ¿te das cuenta? Es la primera vez que el poder político está en manos de un judío, y por más que vos tengas buenas intenciones, cosas como ésta van a seguir pasando, hasta que algún loco de mierda descubra toda esta historia y decida que vos sos la porquería, el cáncer a extirpar. ¿Entendés hermano?, es duro decírtelo, pero tu nietito tiene razón: bajale un poco los decibeles a eso de sentirte el dueño del mundo. Sos el gobernador de la provincia más rara de la Argentina, en donde pasa de todo. Sos el primer gobernador judío del país, y eso no pasa en la Pampa Gringa, en donde somos una minoría decisiva. Tu vice gobernador es descendiente de sirios, y estás en un partido inspirado en el nazismo. Eso es lo raro, José. Que aparezcan muertos de todo el continente en tu provincia es una pavada al lado de esto...
Alperovich asintió con la cabeza y abrazó a su amigo con lágrimas en los ojos. Acababa de escuchar un par de verdades que no quería escuchar, y esta vez eran las palabras de un amigo entrañable, de un hermano, de la persona que más quería, fuera de su familia. No eran opiniones de sus discípulos “sijosesistas”, por eso no lo tachaba de frente, aunque a su entender merecía ser aplastado como una cucaracha. Mientras Toro se marchaba en silencio como escapándose de él, se sentó en el sillón de Lucas Córdoba y le pidió a su secretaria que lo comunicase con Sergio Mansilla: debía pedirle perdón cuanto antes por levantarlo en peso delante de todo el mundo. Pero mientras escuchaba la voz del colaborador en el teléfono recordaba la cara de estúpido que puso en el aeropuerto con la sonrisa pintada a lo Piñón Fijo, y le preguntó en un tono entre burlón y cariñoso: “¿Todavía seguís cagándote de risa de mí, boludito querido...?”

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