5.5.09

Capítulo 4: Fucking crop circle!



Toronowitz exploró el lugar a la orilla de la ruta buscando pistas para agregar al paupérrimo expediente de la policía local. “Son unos ineptos”, decía para sí al principio, pero a medida que pasaban las horas de búsqueda infructuosa, iba dándole la razón a los investigadores tucumanos. Esperaba encontrar las puntas de este misterio, colillas de cigarrillos, paquetes de galletitas, cartuchos de escopeta, sangre seca que chorreó de algún puñal, en fin, algún indicio que lo llevara a conectar esas muertes con la sociedad de consumo. “La gente común come mierda”, pensaba, y se reprimía a sí mismo por el prejuicio. Odiaba a los prejuiciosos por apresurados e influenciables, eran peores que los antisemitas que conoció en su vida. Miento, todos los antisemitas que el Toro tenía en su haber cometieron el error del prejuicio, por eso los odiaba, por eso los había matado sin asco, y aveces sentía placer, por eso se odiaba a sí mismo cuando un preconcepto se le cruzaba para nublarle los pensamientos...
—¡Toro!— Gritó Moisés señalándole el campo del otro lado de la ruta.
Serían unas 15 hectáreas de caña de azúcar, pero tres o cuatro surcos estaban quebrados en la base y rápidamente el cerebro del jefe hizo la relación. 29 de abril, la zafra comienza, con suerte, a fines de mayo. La caña todavía está tierna, con el tallo flexible, difícil de quebrar en la base. No está siendo cosechada, ni abonada, ni fumigada. Alguien, ajeno a la tarea del cultivo de caña de azúcar abrió la extraña brecha, pero... ¿quién? Recordó que antes de levantar a la maestra había visto una pista de aterrizaje para los aviones fumigadores y pidió que pegaran la vuelta. Regresaron unos kilómetros y convencieron al fumigador que lo llevara. Fue el Toro solo, porque no había lugar para nadie más, es más, hubo que ayudar a desmontar el tanque de 200 litros que ocupaba la segunda plaza del avión.
Sobrevolaron la zona y encontraron lo que Toronowitz no quería encontrar: en la caña había una señal gigantesca, de esas que aparecen en los trigales europeos y norteamericanos, y que son atribuidas a naves extraterrestres. Después de su habitual puteada en hebreo dijo “Crop Circle” sacó dos fotos con la cámara de Anselmo y le estiró un billete de 100 dólares al piloto pagándole el viaje. Le dio otros 50 para que no contara lo que había visto desde el cielo. “No me traicione, amiguito, porque la va a pasar fulera, ya vamos a encontrar a los pelotudos desocupados que anduvieron haciendo dibujitos en el cañaveral”, le dijo corriendo el saco para mostrarle la 45 milímetros que llevaba en la sobaquera. Pero el piloto, lejos de demostrar temor, le espetó: “Ustedes los canas creen que se las saben todas, y amenazan a todo el mundo. Usted me dio 50 dólares para que yo me callara, y yo me voy a callar, eso se lo juro, y mi palabra vale; pero si le sirve de algo, y este dato es gratis, esa marca apareció hoy, ayer a la tarde un periodista, que pagó mucho menos que usted, me pidió que lo llevara a hacer unas tomas aéreas de la zona de las muertes, y esa marca que acabamos de ver no estaba... ¡De nada!” Y no se habló más hasta que aterrizaron el Pipper de manera majestuosa, tanto que Toronowitz lo tomó como una sobrada del aviador.
“Crop Circle” le dijo al resto del grupo, y nadie pareció sorprenderse. “¡Para colmo andamos regalando la guita de Sión a esta manga de comemierdas!, ¡vamos Mosh!, ¡revelemos las fotos y busquemos algo fuerte que necesito un trago!”
Se trataba de un círculo de aproximadamente una hectárea, con cuatro pequeños dientes hacia afuera señalando los puntos cardinales. Adentro había otro círculo excéntrico, hacia el sudoeste. Era una bella imagen, pero necesitaban saber la hora exacta en que había sido formada. El Toro se enojaba y blasfemaba con frecuencia, porque las señales siempre habían sido un misterio irresoluto en su carrera. En Israel había descubierto a unos cuantos campesinos desocupados que querían gastarle una broma a todo el mundo con una señal parecida, pero, además de ganarse la expulsión del kibutz se llevaron de yapa una paliza de este oficial del Mossad que estaba ávido de torturas y ascenso. Pero ese había sido el único caso relacionado con señales que resolvió. Los otros estaban íntimamente ligados al SIDA y la APV.

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