25.5.09

Capítulo 7: El "condutor"



El subcomisario Gómez, que estaba a cargo de la investigación, llamó a Marcelo Di Benedetto para el peritaje del video: en la imagen la mujer lloraba constantemente y, entre sollozos, les rogaba a su esposo y a su hijo que entregaran el dinero. Hablaba de una cuenta familiar en el Banco Empresario con dinero de sobra para pagar lo pactado. Di Benedetto quiso preguntar cuánto ganaba un comisario, pero supuso que se metería en camisa de once varas, así que se limitó a informar que se trataba de un trabajo original, primera generación de video, el formato del cassette era VHS Compacto, por lo que probablemente la marca de la filmadora era Panasonic o JVC, pero se inclinó por la primera marca, porque la norma era Pal, y porque se le hizo difícil su reproducción al estar grabada en una velocidad lenta, para ahorrar cinta. “Lo más probable es que se trate de una cámara comprada entre 1995 y 2002, porque está grabada en Súper VHS, una novedad para ese formato. Y lo del ahorro de cinta es una opción que se empezó a manejar después de la crisis de 2001”. Al perito le llamaron la atención el ambiente y el sonido, pero no llegó a opinar porque rápidamente lo echaron con un “Muchas gracias, Marcelo, si te necesitamos te llamamos por teléfono”.

Gómez hizo digitalizar un cuadro del video, lo retocó con photoshop para preservar la imagen de la secuestrada y lo mandó a los diarios para que lo publicaran a la mañana siguiente “¿Dónde vi antes esta habitación?” debía decir el epígrafe a modo de título, y solicitaba que enviaran información a la Brigada de Investigaciones. Pero para cuando salieron los diarios ya estaban detrás de nueve pistas diferentes, pues la televisión ya había publicado el identikit de lugar desde las nueve de la noche hasta el cierre de la transmisión.

El lugar era un rincón con una mesita esquinera con mantel de coco y un teléfono negro, con disco. Observando detenidamente la imagen se podía ver que el teléfono estaba desenchufado. El empapelado antiguo databa de los años setenta u ochenta, pero lucía impecable: una serie de flores de lis doradas combinadas en diagonal sobre un fondo beige, por el brillo, era un papel vinílico. El piso calcáreo decorado y la luz que se proyectaba en la pared izquierda cortada por una transversal en el quinto inferior y a su vez esa quinta parte dividida en dos, como si fuera una antigua puerta balcón, en una habitación con techos altos daban la sensación de que se trataba de una casa de la primera mitad del siglo XX.

La casa sospechosa N° 4 que visitó la brigada pertenecía a un familiar de Gumersindo Parajón en Villa Alem, y el operativo tomó ribetes cinematográficos, con veinte móviles, dos grupos comando, francotiradores y un helicóptero.

El sospechoso salió secándose la transpiración de una noche calurosa, en calzoncillos. Un comando lo tumbó antes de que abriera la boca. La nariz dio un golpe en el piso, pero el hombre, que tendría unos cincuenta años, no pudo verificar el estado de la hemorragia porque sin siquiera darse cuenta estaba esposado, con un borceguí en el parietal y el caño del fusil tapándole la visión. No tuvo más opción que quebrar el llanto “¡Amandaaa!”, gritaba , y todos los puestos remontaron sus armas.

El grupo de ataque entró a la casa y reconoció de inmediato el lugar. Faltaban detalles de los muebles, el teléfono viejo y, lo que era más importante, signos de guarida. Revisaron todos los rincones y no encontraron rastros, conocían las habilidades de Gatita para dejar todos los lugares “claros”, pero errar es humano, y en algún lugar tenían que equivocarse. Pero la búsqueda fue en vano, la casa estaba limpia, y el hombre estaba solo. “Encuentren a la mujer. Si gritó su nombre, es porque está aquí, nosotros nos llevamos a este ‘gardelito’ para que cante”

En la brigada fue sometido a un interrogatorio con apremios que rozaban la ilegalidad. Sólo pudieron averiguar su parentesco con Parajón y que Amanda era el nombre de su esposa, porque su primo Gumersindo llegó vistiendo una guayabera y sombrero panamá haciendo juego, acompañado de un hombre sumiso y silencioso a quien presentó como “mi condutor” y pedía hablar con Gómez, en nombre de “lo derecho humano”. Gómez pidió explicaciones y Parajón se las dio, no sin antes aclararle que se había “equivocado de pollo. Este, mi primo Alberto está medio chufleto desde hace como dos años cuando se ha muerto su mujer, la Amandita...”

—Entonces, Amanda era su esposa.

—¿Y que hablo en chino yo?

Gómez pidió disculpas y ordenó que llevaran a Alberto al hospital. “Sabe lo que pasa, Parajón, nos informaron que la casa era la de él”, le dijo mostrándole la tapa de El Siglo, donde salía la foto del video.

—Si, yo también he pensado en esa casa, pero es imposible que sea, fijese bien que el único rincón con ese empapelado tiene colgado el cuadro oval de mis tíos.

Gómez confirmó los dichos del político con el video del grupo de ataque. Hizo una llamada ordenando quitar el cuadro, y le contestaron que dejaba una marca mucho más clara que el resto del empapelado. Pidió que sacaran otra foto sin el cuadro y que se la trajeran de inmediato. “Encuentren a Di Benedetto”, ordenó, y se fue a tomar un café con Parajón y su “condutor”.

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