10.5.09

Capítulo 5: Síndrome de Estocolmo



Gatita le contó a su banda el plan diagramado en conjunto con Ale enfriándoles la historia, porque tuvo que tomar la decisión de aceptar la estrategia sin consultarlo con los demás, como acostumbraba, pero el resto de la banda le perdonó el atrevimiento porque les parecía gracioso que el hombre más buscado de la provincia aparecería ante cinco mil espectadores, convertido en el próximo rival del boxeador más convocante de la región. ¡Nacho Manodura!, este Chancha es "chtremendo" hijo de perra, menos mal que no fui yo porque el muy huevón seguramente me bautizaba de nuevo...Y hasta la mujer secuestrada, que estaba ensimismada los auriculares y en un cuarto de helado de chocolate, se rió de la ocurrencia del chileno Erwin. El CD de Sandro se había terminado y la dama escuchaba las conversaciones con disimulo. Un rato más tarde iría cada cual a su cuarto y Amanda, luego de un ataque de abstinencia con gritos y pataleos, tomaría sus pastillas y dormiría muy pegada a Gatita, como solícita de caricias, deseosa de amor ardiente, algo a lo que Ferreyra la había desacostumbrado desde que la sacó del prostíbulo de La Rioja para convertirla en su esposa. Era una mujer bella, tenía apenas 40 años, y un solo hijo de 22. Era la tercera hija de una familia pudiente de Córdoba, pero durante los años ´60 sus padres, seguidores de la doctrina del Che Guevara, sufrieron la cárcel y con sólo seis años de edad despertó en la soledad del piso en Avenida Colón. María Inés García era su niñera, y se la llevó a Chepes, su pueblo natal, envuelta en un mar de lágrimas y con un misal de oro en su bolsillo como única herencia de sus progenitores. Sus hermanos mayores fueron secuestrados con los padres y nunca se supo de sus vidas. En La Rioja todos le creyeron a María Inés cuando les dijo que la niña rubia de ojos pardos era hija suya con su patrón gringo, y que en la casa la trataban como a una más de la familia, y que la pequeña Amandita recibía la misma educación que los hijos de sus patrones, por el solo hecho de ser "una chinitilla lindita". "Los patrones se fueron a vivir a Europa, pero la semana que viene tengo que ir a ver al contador, para que me indemnice". El gobierno de Onganía cerraba fábricas para neutralizar el movimiento obrero, importaba bienes de consumo y los cambios sociales eran traumáticos e intensos. La historia de la niña era verosímil, y nadie la puso en duda, porque a la semana, María Inés fue a Córdoba a buscar al contador y no volvió más, y nunca más se supo de ella hasta que su nombre apareció en los listados de la CoNaDeP. Amanda se crió con sus abuelos postizos creyéndolos carnales, hasta que en 1980 viajó a Córdoba a buscar a su padre, pues su primera infancia era un vago recuerdo de tardecitas al lado de la pileta con chocolatadas tomadas con pajita junto a dos preadolescentes que la maltrataban. No recordaba el colegio de monjas, ni el viaje a las Cataratas que su abuelo le mostraba en fotos, acompañada de su madre María Inés y "los hijos de los patrones". El viaje a Córdoba fue un descubrimiento adolescente de la vida urbana. "La marearon las luces de la ciudad", decía su abuelo para explicar su traslado desde la pensión de señoritas en la capital cordobesa al prostíbulo de La Rioja, donde había sido vista por un viajante de comercio.
Por esos entonces, otro que buscaba sus orígenes era el Comisario Facundo Ferreyra, que viajó a conocer a su amigo por correspondencia, el recién asumido gobernador Carlos Menem. El comisario llevaba el nombre del caudillo riojano Facundo Quiroga, y era un enamorado de la épica de Chacho Peñaloza. Menem se identificaba con ambos, y si se le permitía a un hombrazo como él amar a otro hombre, ese amor se lo dedicaría a la persona del gobernador riojano, a quien seguiría amando hasta la muerte.
El mundo está hecho de coincidencias, de horribles coincidencias, de majestuosas y frágiles coincidencias, y una de esas coincidencias puso, luego de una noche de encuentros programados, a un borracho y alegre Facundo Ferreyra en el cabaret donde Amanda hacía su rutina de Marilyn Streaper. "Hoy estuve con el gobernador...", le dijo el comisario mostrándole una medalla con el escudo provincial, luego de pagar 10 mil pesos argentinos por una copa a su lado "...y me ha dicho que elija lo que quiera de La Rioja, que me lo daba, y yo te elegí a vos, muñeca, porque sos una chinitilla lindita" Y la frase hizo click en la memoria de Amanda atándola para siempre a ese gigante de patillas largas y voz ronca. "Entonces decile al gobernador que te preste cinco mil dólares para sacarme de aquí", le espetó como corriéndolo a ponchazos.
A los dos meses los Ferreyra eran una familia, porque el pequeño Amado estaba en camino y las piernas torneadas de la bella Amanda eran la envidia de los Té Canasta en el Casino de Oficiales de la Policía de Tucumán. Las cosas marchaban bien: ella sabía de sus infidelidades, que mantenía a otras mujeres, porque estaba creído que él era un caudillo, y un caudillo que se precie de tal debe dejar su semilla por doquier. Tenían un acuerdo matrimonial tácito, y Ferreyra lo defendía a capa y espada: no se le permitía reconocer legalmente a ningún hijo, y dormirían en cuartos separados. La noche que él quisiera sexo debería girar el sifón dos vueltas sin levantarlo de la mesa, como observando su etiqueta, y ella tendría tiempo de lavar la vajilla y de arreglarse para la noche. Él debía ducharse jabonándose con fruición y perfumarse con agua de azahar. Un mes sin girar el sifón significaba para la mujer un gran desprecio y un disgusto sin par. Por ello el matrimonio se jaqueaba con puteadas y arañazos de Amanda. Entonces Ferreyra aducía guardias de semanas enteras. Semanas en las que la mujer se sometía a huelgas de hambre que la dejaban al borde de la anemia y la desnutrición.
No podemos asegurar que Gatita supiera del acuerdo de los Ferreyra, pero creer lo contrario sería subestimarlo. Estudiaba a sus víctimas con gran destreza y odiaba a quienes le reconocían solamente la habilidad del disfraz. Esa noche, cuando Amanda lo abrazó fuerte desde atrás, sintió un gélido placer que le subía por la espina dorsal. Entonces, sólo entonces, supo que era la víctima correcta, que Ferreyra hubiera dado todo por ella. Pero no calculó que se moriría en un accidente para dejarle toda la responsabilidad al imbécil de su hijo. El trato era simple: Núñez pedía la libertad de dos compañeros condenados a cadena perpetua y 150 mil pesos por Amanda. Ella se enojó mucho cuando se enteró de lo poco que valía, pero luego de un toque de lexotanil y una explicación sobre la importancia de dos amistades surgidas en la cárcel, la mujer consideró que su precio era el correcto. La rispidez de las negociaciones hacían que el dinero fuese insuficiente y necesitaban llegar a un acuerdo urgente, por lo que en el último contacto Gatita puso los puntos sobre las íes: "Mirá pendejo, tu vieja se muere, ni siquiera vamos a necesitar matarla nosotros, no come y llora todo el tiempo. Tengo dos locos peligrosos vigilándola, si ella les mata la cabeza, la queman. Así que por lo menos andá pidiendo la liberación de los changos, que la guita es lo de menos", mintió, "pero acordate que por día de atraso te voy a cobrar 10 lucas de interés".
Silencio al otro lado de la línea: "¡Dále! ¡Contestame!"
—Gatita, vos tenés que entender el dolor por el que estoy pasando...
—¡No te hagás el pelotudo!, que no soy un gil de telenovela yo. ¿Cuándo largan a los vagos?
—Eso es imposible. El gobernador es el único que puede darles la amnistía...
—¡Qué amnistía, ni las pelotas!, ¡Vos los largás por las buenas o por las malas, los dejás pirar sin levantar la perdiz, porque nadie sospecha que la libertad de los vagos está en el acuerdo!... Parece mentira... Yo tengo que hacer todo por vos... ¡Cagón de mierda! Si yo sabía que iba a tener que tratar con un aca blanda como vos...
—¡Si tratabas con mi viejo seguro que te cagaba a tiros, hijo de puta!
—¡Por lo menos me hubiese enfrentado con un hombre! No con un pelotudo alegre que va a dejar morir a su madre. Es tu vieja, gil, hacete cargo. Si te presionan los politiqueros extorsionalos, deciles que sabés de sus vidas, de la casa en la que viven, del whisky que chupan, de las mujeres con que duermen y de la resaca con que despiertan. ¡No puedo creer que seas hijo del Grande Jefe! ...
Silencio en la línea. No, silencio no. Se sentían las frituras del pinchazo telefónico, los bufidos de Ferreyra y la risita apretada de Gatita. Él tenía el "quiero", pero no se confiaba, no quería dejar escapar la posibilidad de acordar rápido y salir limpio.
—Está bien, Gatita, tenés razón, dame 48 horas...
—12.
—24.
Soltá a los dos changos esta noche y mañana entregame la guita.
—¡Hecho!, pero dame una prueba de vida de mi vieja.
—¡Bueno!, ¡Al fin mi perro atrapó una mosca!: En el casillero N° 42 del Vea del Casino hay un video que filmamos recién, se escucha de fondo la voz de Silvia Rolandi en Radio Universidad. Son las noticias de la mañana. No confío en vos, pero quisiera hacerlo. ¡Ah!, ella no sabe nada de tu viejo, así que andá buscando psicólogo.
Colgó.
Amado, que al principio había sentido desprecio por el secuestrador, había descubierto que contenía un costado humano. Quedó estupefacto por la acción, por conservarla lejos de la cruda realidad. Sabía que su madre no resistiría el cautiverio con la presión de saber muerto a su esposo. Los policías que seguían la conversación por auriculares contiguos se miraron y salieron corriendo hacia el súper de Avenida Sarmiento. Cuando Amado Ferreyra reaccionó, un cuerpo de la brigada de explosivos arribaba al lugar. Encontraron la cinta prometida, envuelta en dos bolsas de residuos y sellada con cinta de embalar. Él sentía que todo alrededor se movía y giraba como cuando se fija la vista en el horizonte mientras se está un una calesita, era lo más parecido a un desmayo de baja presión. Amado estaba en un sueño, hasta que lo rescataron de allí los gritos del subcomisario Gómez.
—¿Qué te pasa Amado? ¿Estás loco?, No me asustés boludo, tenías la vista perdida como un idiota que...
—¡Se la está cogiendo!
—¿Qué?
—¡Este hijo de tres mil putas de Gatita se está cogiendo a mi vieja!

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